5/21/2010

Yo era rígido y frío, yo estaba tendido sobre un precipicio; yo era un puente. En un extremo estaban las puntas de los pies; al otro, las manos, aferradas; en el cieno quebradizo clavé los dientes, afirmándome. Los faldones de mi chaqueta flameaban a mis costados. En la profundidad rumoreaba el helado arroyo de las truchas. Ningún turista se animaba hasta estas alturas intransitables, el puente no figuraba aún en ningún mapa. Así yo yacía y esperaba; debía esperar. Todo puente que se haya construido alguna vez, puede dejar de ser puente sin derrumbarse.

Fué una vez hacia el atardecer -no sé si el primero o el milésimo-, mis pensamientos siempre estaban confusos, giraban siempre en redondo; hacia ese atardecer de verano; cuando el arroyo murmuraba oscuramente, escuché el paso de un hombre. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga sin barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la inseguridad de su paso; si se tambalea, date a conocer y, como un dios de la montaña, ponlo en tierra firme.

Llegó y me golpeteó con la punta metálica de su bastón, luego alzó con ella los faldones de mi casaca y los acomodó sobre mi. La punta del bastón hurgó entre mis cabellos enmarañados y la mantuvo un largo rato ahí, mientras miraba probablemente con ojos salvajes a su alrededor. fué entonces -yo soñaba tras él sobre montañas y valles- que saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio de un salvaje dolor, ignorante de lo que pasaba. ¿Quién era? ¿Un niño? ¿Un sueño? ¿Un salteador de caminos? ¿Un suicida? ¿Un tentador? ¿Un destructor? Me volvi para poder verlo. ¡El puente se da vuelta! No había terminado de volverme, cuando ya me precipitaba, me precipitaba y ya estaba desgarrado y ensartado en los puntiagudos guijarros que siempre me habían mirado tan apaciblemente desde el agua veloz.

Kafka -1917

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La noche anterior había asistido extático a una representación maravillosa y espectral del Requiem de Mozart. El programa decía “ballet” y así era, aunque no lo era todo. Los ojos atrapados en la danza hipnótica, pero los oídos, secuestrados por la orquesta, el gran coro y los solistas (tenor, bajo, contrabajo, soprano y mezzosoprano). Ahora ahí estaba, a media tarde, frente al Teatro Nacional, pensando si lo de anoche solo había sido un sueño. Mi propósito era otro sin embargo: el café Slavia. Quería entrar y observar la esquina de tantas conversaciones e invectivas de los intelectuales checos contestatarios de la era soviética (Havel y demás) y, sobre todo, ver el lugar donde yo suponía a Kafka bien enfurruñado en una airada discusión ebria de absenta, o con la mirada perdida sobre el curso del Moldava o los tejados y ventanas de los edificios del otro lado del río. Tal vez se sentía como un puente inútil (qué fácil resulta comprenderse inútil), porque “todo puente que se haya construido alguna vez, puede dejar de ser puente sin derrumbarse”.
Cuando entré no encontré lo que buscaba. Me dio la impresión de que no quedaba nada. No había ido hasta allí a sentir el fantasma de Kafka ni nada parecido, tan sólo quería reconocer algo de materia común pero me resultó imposible. Tal vez, seguro, que había aún objetos de entonces, esquinas, detalles que no habían perecido con el paso del tiempo, pero no pude apreciarlos. Al menos el lugar es el mismo: la misma esquina y los mismos ventanales frente al Teatro Nacional y el río. Pero salí de allí enseguida, apenas estuve un minuto, no quise quedarme.
Ahora, después de leer “El puente” en tu casa, pienso que tal vez Kafka soñara desde aquel café con montañas y valles sintiéndose excluido de cualquier mapa. Que igual entonces se encontraba desgarrado y ensartado en los guijarros puntiagudos del cauce del Moldava.
Z.

HOLLOWAY_GIRL dijo...

Es un gran desafío leer a Kafka.
Pocas mujeres logran apreciar lo abstracto y elevado del dadaísmo y acá entra mi humilde persona, ya que son pocos los cuentos, sueños y textos que logro apreciar de él debido a que mi hemisferio cerebral izquierdo no está a la altura de estas circunstancias.
Pero no me doy por vencida, sigo siendo puente.....aun antre los guijarros
un abrazo

rh dijo...

Siento no compartir en esto tu opinión: si bien admito que pueden existir caracteres biológicos que influyen en determinadas tendencias o inclinaciones de forma distinta en hombres y mujeres, creo que las diferencias son insignificantes respecto a otro tipo factores determinantes, bien genéticos aunque de otro tipo (capacidades) o ambientales (culturales), que inciden en el alcance de entendimiento.
La ciencia abusa de la estadística para completar los agujeros negros de su conocimiento y, ante la importancia de lo ignorado en materia de funcionamiento cerebral, creo, sinceramente (más bien debería decir "intuyo", "sopecho"), que relacionar género y mecanismos cerebrales podría ser un poco temerario.

Prueba uno: Holloway Girl

Prueba dos: la inmensa mayoría de hombres que conozco (tal vez yo entre ellos) que no son capaces de comprender algo menos concreto que el funcionamiento de un tornillo.

Si no existieran tantas cosas que se escapan a mi entendimiento no tendría ninguna ansiedad por saber, es decir, no existiría mi curiosidad y, a falta de conocimiento y entendimiento, sólo me queda precisamente eso: la curiosidad.

Es genial "hablar" contigo.
Mi sonrisa.

Z.

HOLLOWAY_GIRL dijo...

Has logrado hacerme reír, muy temprano....
Coincido, nuestras conversaciones son muy productivas.
Nos estamos hablando